Meditar es un arte, es el arte de
observar todo lo que acontece, todo lo que se presenta a nuestra experiencia,
sin juicios de valor, aceptando lo que Es. Meditar es un arte poético,
entendiendo por tal a la manifestación de la idealidad, la espiritualidad y la
belleza que le son propios.
También a la meditación se la conoce como
un conjunto de técnicas o prácticas que se caracterizan por tener la habilidad
de inducir un estado de calma en la mente. Una mente silente propicia el estado
del Ser.
Pero la
meditación, por sobre todas estas apreciaciones, es un estado de consciencia.
Dhyana, el séptimo miembro del Yoga según el sabio hindú Patanjali.
Medito
cuando estoy presente, cuando mi foco de atención se desarrolla aquí y ahora.
Hace unos
años, transitaba un período en el cual tuve un pico de estrés muy alto y en
donde me era muy dificultoso enfocar la atención. Un día, sin embargo, me bajé
de Internet un libro de Psicología Transpersonal. Yo no sabía que había una
rama de la psicología que integraba a la espiritualidad en su campo de
conocimiento. Esto me llamó poderosamente la atención. Cuando miré el
reloj...¡Habían pasado cuatro horas sin que me distrajera ni un minuto del texto!
Considero que fue mi primer experiencia meditativa. Una vivencia de absorción
total en un momento de mi vida en el cual prácticamente no podía mirar ni la
mitad de una película. El eterno ahora que trascendió al tiempo.
Con lo
relatado en el párrafo anterior sostengo que la meditación es un estado del
Ser. Las técnicas son lo que se considera las prácticas formales, pero meditar
va mucho más allá de eso. Es conectar con lo que realmente somos. Es el
Espíritu. Es la Esencia.