jueves, 13 de octubre de 2016

AUTO-OBSERVACIÓN

     La auto-observación no es, ni más ni menos, que amor hacia uno mismo, ya que no se puede amar lo que no se conoce. Y la meditación, en todas sus variantes, es un método de auto-conocimiento. La quietud y el silencio nos invitan a recorrer el camino que nos conduce hacia nosotros mismos.
     Mi maestra de auto-conocimiento, AniBel, me enseño que conocerse a uno mismo no es un viaje al pasado sino que se trata de una travesía hacia adentro. Y no es sutil la diferencia. Se trata de sacar las capas que obstruyen la verdadera percepción sobre quiénes somos. La mente nos tratará de distraer llevándonos al pasado o tal vez al posible futuro, pero en el aquí y ahora podemos encontrarnos con lo que verdaderamente somos.
    Las técnicas de meditación no son otra cosa que herramientas que, en última instancia, nos ayudan a experimentar al Ser. Y esto sólo puede darse si nos comprometemos a mirar hacia adentro. Vivimos en una cultura que nos lleva permanentemente a mirar hacia afuera, cuando en realidad, la solución a nuestros malestares está en el único lugar en dónde nos podemos hallar: adentro.
     Lo que ocurre es que este camino nos lleva a lo intangible, a eso que no podemos ver, no podemos tocar, a experimentar lo que muchos denominan La Presencia o el Yo Soy.
     Una meditación que ayuda a comprender estas palabras es la Meditación en la Consciencia Testigo: la escuela Samkhya de la India nos habla del Testigo que somos como Consciencia Pura, el Purusha. La práctica de la meditación consiste en experimentar la realidad desde ese Testigo no condicionado. Se trata de observar al cuerpo, a la mente, a las emociones y al contenido que aparezca como desde afuera, como si se tratara de una película. Experimentar desde el silencio a esa realidad no condicionada puede llevar días de práctica. Esta es una muy buena técnica para observar que lo que en verdad somos trasciende a lo físico, a lo emocional y a lo mental.

    

viernes, 7 de octubre de 2016

CUANDO EL CUERPO NOS IMPIDE MEDITAR

    A mucha gente no le es fácil adoptar una posición tradicional de meditación, léase la postura de loto (Padmasana) o semi-loto (siddhasana). Con buena voluntad podemos meditar sentados con las piernas cruzadas (sukhasana). Esta última posición es conocida como la postura sencilla o de prosperidad. Si bien cada postura tiene su razón de ser, muchos de nosotros no toleramos estar sentados largos períodos de tiempo en esta forma. Y hay que tener en cuenta que de ninguna manera el cuerpo puede ser un impedimento para la meditación. Por esta razón, adoptar una postura simple es lo más indicado, sobre todo al principio o si no se tiene la elongación adecuada.
     Entonces nos podemos sentar con las piernas cruzadas, manteniendo la espalda recta, los hombros relajados y el mentón ligeramente hacia abajo para que no se produzca una contractura cervical. Pero si esta postura trae dolores de espalda (se pueden hacer antes ejercicios de fortalecimiento de la musculatura de la espalda y de elongación de isquiotiviales), lo mejor es meditar sentado en una silla. En caso de que meditar en una silla no sea posible, uno puede realizar la práctica recostado, si  bien no es lo ideal ya que se pierde muy fácilmente el estado de alerta y lo más factible es que uno se quede dormido.
     Otra de las cosas que nos pueden suceder con el cuerpo mientras meditamos es tener sensaciones desagradables o difíciles de tolerar, como puede ser el picor. En la meditación Vipassana, tal como la enseña Silananda, se nos dice que podemos observar el picor hasta que se disipe, pero si es muy intolerable, tomar consciencia de la intención de rascarse, ser conscientes de la acción de rascado  y luego volver al objeto de observación, que en este caso es la respiración.

     El cuerpo es el instrumento a través del cual tenemos la posibilidad de experimentar la unión con el Todo. Es bueno escucharlo, honrarlo y cuidarlo. 

domingo, 2 de octubre de 2016

LA ILUMINACIÓN EN LAS DISTINTAS CULTURAS

     Se habla de iluminación en Oriente y también en Occidente, de nirvana en el budismo, de satori en el budismo zen, de regeneración en las antiguas culturas egipcias, en definitiva, de un despertar. Ahora bien, ¿despertar a qué?
     La respuesta más directa es despertar a quiénes somos en realidad. Todas las culturas que han desarrollado técnicas meditativas sugieren, de una u otra manera, que vivimos en una especie de ilusión (maya) y que a través de un cambio de percepción se puede acceder al conocimiento directo de la verdad. Este conocimiento no es algo intelectual, es intuitivo, es no dual (trasciende las polaridades). Esto no quiere decir nuestra realidad cotidiana no exista, sino que se trata de una especie de recorte mental.
    Los maestros experimentados en meditación nos dicen que este despertar puede darse en forma súbita o de manera paulatina, esta última es la más usual. La consciencia se expande cada vez más y captamos la realidad sin fraccionarla.
    También los maestros coinciden en que no pueden enseñarte la iluminación. Todos las palabras escritas acerca del tema pueden funcionar sólo para señalar el estado de consciencia, incluso el maestro mismo indica pero no transmite.
    Hay algo muy importante para aclarar: en realidad ya estamos iluminados. Lo que nos falta es ser conscientes de ello. Esto es algo que nos cuesta comprender porque también, en esta sociedad de consumo, hemos cosificado a la iluminación. Por eso es bueno saber que ya estamos completos y que nos queda activar la luz de la consciencia para ir develando el misterio. Nada más ni nada menos.
    Las palabras de Sri Ramana Maharshi reflejan lo dicho: “no se puede alcanzar el Ser. Si se pudiese alcanzar el Ser esto significaría que el Ser no se encontraba aquí y ahora, sino que aún hay que obtenerlo. Lo que se obtiene de nuevo se volverá a perder. Así que no sería permanente. No vale la pena esforzarse por aquello que no es permanente. Así que yo digo que no se alcanza el Ser. Tu eres el Ser; ya lo eres”.