La auto-observación no es, ni más ni menos, que amor hacia uno
mismo, ya que no se puede amar lo que no se conoce. Y la meditación, en todas
sus variantes, es un método de auto-conocimiento. La quietud y el silencio nos
invitan a recorrer el camino que nos conduce hacia nosotros mismos.
Mi maestra de auto-conocimiento, AniBel, me enseño que
conocerse a uno mismo no es un viaje al pasado sino que se trata de una
travesía hacia adentro. Y no es sutil la diferencia. Se trata de sacar las
capas que obstruyen la verdadera percepción sobre quiénes somos. La mente nos
tratará de distraer llevándonos al pasado o tal vez al posible futuro, pero en
el aquí y ahora podemos encontrarnos con lo que verdaderamente somos.
Las técnicas de meditación no son otra cosa que herramientas que, en
última instancia, nos ayudan a experimentar al Ser. Y esto sólo puede darse si
nos comprometemos a mirar hacia adentro. Vivimos en una cultura que nos lleva
permanentemente a mirar hacia afuera, cuando en realidad, la solución a
nuestros malestares está en el único lugar en dónde nos podemos hallar:
adentro.
Lo que ocurre es que este camino nos lleva a lo intangible, a
eso que no podemos ver, no podemos tocar, a experimentar lo que muchos
denominan La Presencia o el Yo Soy.
Una meditación que ayuda a comprender estas palabras es la
Meditación en la Consciencia Testigo: la escuela Samkhya de la India nos habla
del Testigo que somos como Consciencia Pura, el Purusha. La práctica de la
meditación consiste en experimentar la realidad desde ese Testigo no
condicionado. Se trata de observar al cuerpo, a la mente, a las emociones y al
contenido que aparezca como desde afuera, como si se tratara de una película.
Experimentar desde el silencio a esa realidad no condicionada puede llevar días
de práctica. Esta es una muy buena técnica para observar que lo que en verdad
somos trasciende a lo físico, a lo emocional y a lo mental.