Se habla de iluminación en Oriente
y también en Occidente, de nirvana en el budismo, de satori en el budismo zen,
de regeneración en las antiguas culturas egipcias, en definitiva, de un
despertar. Ahora bien, ¿despertar a qué?
La respuesta más directa es despertar a quiénes somos en
realidad. Todas las culturas que han desarrollado técnicas meditativas
sugieren, de una u otra manera, que vivimos en una especie de ilusión (maya) y
que a través de un cambio de percepción se puede acceder al conocimiento
directo de la verdad. Este conocimiento no es algo intelectual, es intuitivo,
es no dual (trasciende las polaridades). Esto no quiere decir nuestra realidad
cotidiana no exista, sino que se trata de una especie de recorte mental.
Los maestros experimentados en meditación nos dicen que este despertar
puede darse en forma súbita o de manera paulatina, esta última es la más usual.
La consciencia se expande cada vez más y captamos la realidad sin fraccionarla.
También los maestros coinciden en que no pueden enseñarte la
iluminación. Todos las palabras escritas acerca del tema pueden funcionar sólo
para señalar el estado de consciencia, incluso el maestro mismo indica pero no
transmite.
Hay algo muy importante para aclarar: en realidad ya estamos iluminados.
Lo que nos falta es ser conscientes de ello. Esto es algo que nos cuesta
comprender porque también, en esta sociedad de consumo, hemos cosificado a la
iluminación. Por eso es bueno saber que ya estamos completos y que nos queda
activar la luz de la consciencia para ir develando el misterio. Nada más ni
nada menos.
Las palabras de Sri Ramana Maharshi reflejan lo dicho: “no se puede
alcanzar el Ser. Si se pudiese alcanzar el Ser esto significaría que el Ser no
se encontraba aquí y ahora, sino que aún hay que obtenerlo. Lo que se obtiene
de nuevo se volverá a perder. Así que no sería permanente. No vale la pena
esforzarse por aquello que no es permanente. Así que yo digo que no se alcanza
el Ser. Tu eres el Ser; ya lo eres”.
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