viernes, 7 de octubre de 2016

CUANDO EL CUERPO NOS IMPIDE MEDITAR

    A mucha gente no le es fácil adoptar una posición tradicional de meditación, léase la postura de loto (Padmasana) o semi-loto (siddhasana). Con buena voluntad podemos meditar sentados con las piernas cruzadas (sukhasana). Esta última posición es conocida como la postura sencilla o de prosperidad. Si bien cada postura tiene su razón de ser, muchos de nosotros no toleramos estar sentados largos períodos de tiempo en esta forma. Y hay que tener en cuenta que de ninguna manera el cuerpo puede ser un impedimento para la meditación. Por esta razón, adoptar una postura simple es lo más indicado, sobre todo al principio o si no se tiene la elongación adecuada.
     Entonces nos podemos sentar con las piernas cruzadas, manteniendo la espalda recta, los hombros relajados y el mentón ligeramente hacia abajo para que no se produzca una contractura cervical. Pero si esta postura trae dolores de espalda (se pueden hacer antes ejercicios de fortalecimiento de la musculatura de la espalda y de elongación de isquiotiviales), lo mejor es meditar sentado en una silla. En caso de que meditar en una silla no sea posible, uno puede realizar la práctica recostado, si  bien no es lo ideal ya que se pierde muy fácilmente el estado de alerta y lo más factible es que uno se quede dormido.
     Otra de las cosas que nos pueden suceder con el cuerpo mientras meditamos es tener sensaciones desagradables o difíciles de tolerar, como puede ser el picor. En la meditación Vipassana, tal como la enseña Silananda, se nos dice que podemos observar el picor hasta que se disipe, pero si es muy intolerable, tomar consciencia de la intención de rascarse, ser conscientes de la acción de rascado  y luego volver al objeto de observación, que en este caso es la respiración.

     El cuerpo es el instrumento a través del cual tenemos la posibilidad de experimentar la unión con el Todo. Es bueno escucharlo, honrarlo y cuidarlo. 

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