Muchas veces
sólo pensamos en la respiración como un medio para abastecernos de oxígeno y
eliminar toxinas. Esto, en el ámbito físico, es totalmente cierto. Pero, a
través de la respiración, podemos absorber energía vital o, como le dicen los
hindúes, prana. El prana es la vida misma, ya que anima a todo el universo.
Existen muchas prácticas que utilizan a
la respiración como objeto de meditación y como objeto de concentración para la
sanación. En Oriente existe el Pranayama o la ciencia del control del Prana
mediante la cual, a través de ejercicios respiratorios, se logran diversos
objetivos, como la preparación del cuerpo para la meditación o la regulación de
ciertas funciones físicas. En Occidente, la Respiración Consciente Conectada,
en todas sus variantes, hace de “pranayama moderno” y tiene efectos
terapéuticos y sanadores, además de contribuir a la expansión de la
consciencia.
En lo que respecta a la meditación,
Anapanasati o, como dice Bhante Vimalaramsi, la “meditación de la sabiduría
tranquila” es un método cuyo objeto es la respiración y con el cual se dice que
Buda llego al Nirvana o Nibbana. La visión de este monje es bastante peculiar
con respecto a otras vertientes del Budismo. El no habla de Jhanas como etapas
de absorción sino como etapas de la meditación en las cuales se llega a
distintas visiones o al conocimiento directo. Un aspecto que él remarca es la
relajación de la mente. Cuando aparece una distracción lo mejor es relajar y
soltar lo que haya aparecido y luego tranquilamente volver al objeto de
meditación, que en este caso es la respiración. Si se fuerza a la mente a
volver al objeto de nuestra meditación sin relajar eso implica tensión y
represión y bajo estos estados no es posible avanzar en el sendero de la
sabiduría.